El futuro energético bajo las aguas del ártico
El Océano Ártico vive un intenso verano con la puesta en marcha de varios proyectos que habían sido retrasados. Shell y Eni comienzan su actividad en una región que podría albergar el 20 por ciento de los hidrocarburos que quedan por descubrir en la Tierra.
En el eje más septentrional del Planeta se encuentran las aguas más frías del hemisferio norte. Se trata del Océano Ártico, una superficie superior a los 14 millones de kilómetros cuadrados de hielo y nieve donde el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) estima que hay unas reservas de 90.000 millones de barriles de petróleo (MMbp) y 1.669.000 millones de pies cúbicos de gas natural (MMpc), o lo que es lo mismo, el 30 por ciento de las reservas estimadas de gas natural y el 13 por ciento del petróleo que queda por descubrir en la Tierra.
La región, que apenas representa el 6 por ciento de la superficie del Planeta, ocupa sin embargo un lugar estratégico como pocas en el mundo. La ubicación de estas reservas analizadas por el USGS se reparte entre cinco países: Rusia, Canadá, Noruega, Dinamarca, a través de Groenlandia, y Estados Unidos. Pero no sólo eso. Más allá del potencial energético que se encuentra bajo sus aguas, el Ártico es un punto sensible a nivel mundial desde una perspectiva geopolítica.
Y es que si se lograra establecer una ruta comercial atravesando el Polo Norte, la comercialización y el transporte mundial de mercancías cambiarían para siempre. Aunque hasta el momento la zona sólo es navegable parcialmente y durante unos meses al año, el ritmo de deshielo que se está registrando en el Polo Norte hace pensar que a mediados de 2050 podría establecerse una vía comercial que hoy es inviable. Conscientes de la importancia estratégica de la zona, en 1996, los cinco países, junto a Finlandia, Islandia y Suecia, crearon mediante la Declaración de Ottawa, el Consejo Ártico, un órgano intergubernamental destinado a debatir las cuestiones de interésde la zona. Posteriormente, algunos países como China, Japón o India han solicitado su presencia como miembros observadores. A ello hay que sumar la presencia como miembros permanentes de los representantes de las tribus indígenas de la zona. La multitud de actores políticos y sociales deseando formar parte del foro que discute los asuntos del Ártico deja patente el interés que despierta la zona más allá de sus recursos energéticos.

Un entorno hostil

Las peculiaridades climáticas son el factor que más condiciona el desarrollo de cualquier infraestructura. Con una temperatura que en los meses más fríos ronda los -40ºC y una máxima de unos 0ºC en las épocas del año más cálidas, resulta un desafío desde el punto de vista técnico construir cualquier tipo de instalación de apoyo, por ejemplo, a la navegación. En la industria petrolera, por tanto, al reto de la extracción se suma hacerlo en condiciones extremas. Además del frío, el fuerte viento y la falta de luz durante gran parte del añodificultan cualquier tipo de actividad humana. Según diversos estudios, como el que ha elaborado recientemente el Wilson Center, “el Ártico representa la última frontera del desarrollo convencional de hidrocarburos”. Las duras condiciones del territorio han sido una de las causas principales que han impedido el desarrollo de la industria en la zona. Por ello, el sector petrolero se enfrenta a la necesidad de empezar prácticamente desde cero a construir toda la infraestructura adicional necesaria para desarrollar actividades de exploración y producción, como por ejemplo canales de transporte.
A diferencia del Golfo de México, donde operan decenas de pozos, navegan multitud de barcos y cargueros y existe una importante red de infraestructura en la costa que puede movilizarse en un tiempo más o menos corto ante cualquier contingencia, el Ártico carece de estos recursos, por lo que el tiempo de reacción ante un derrame de petróleo podría ser mucho mayor.
Precisamente uno de los aspectos más complicados de las operaciones en el Ártico tiene que ver con las consecuencias que tendría un derrame petrolero en esta zona de enorme riqueza medioambiental. Las organizaciones ecologistas aseguran que la industria petrolera no está preparada para afrontar un accidente en unas aguas que se congelan durante dos terceras partes del año y que además, es imposible prever los efectos de un derrame en un océano cuya biodiversidad está interconectada a la del resto de la Tierra. Desde Greenpeace denuncian que este océano es “el más desprotegido del Planeta” y por ello desde hace cuatro años defi enden la creación de un Santuario para protegerlo “de las prospecciones petrolíferas, de la pesca industrial y del tráfi co marítimo”.
Por su parte, el Consejo Ártico, mediante la creación del Grupo de Trabajo sobre Desarrollo Sostenible (SDWG, por sus siglas en inglés) ya estableció en 2011 la necesidad de combinar el desarrollo económico de la zona, dadas las posibilidades de crecimiento que presenta, con el respeto al medio ambiente y a las comunidades indígenas que habitan allí.

Intenso verano petrolero en la región

Hasta el momento, sólo existe una plataforma petrolera produciendo en aguas árticas. Se encuentra en el Mar Pechora, en Rusia, se llama Prirazlomnaya, está ubicada en el yacimiento del mismo nombre y es operada por Gazprom. La actividad de esta plataforma, situada a unos 60 kilómetros de la costa, convirtió el año pasado a Rusia en el primer país en comercializar petróleo ártico en el mundo. De acuerdo con los datos de la consultora Ernst&Young, Rusia, con el 52 por ciento de las reservas estimadas, es el país con más reservas en la región del Ártico, seguido de Estados Unidos, con el 20 por ciento, y Groenlandia, con el 11 por ciento. Además de tener las mayores reservas, Rusia encabeza la lista de países que está impulsando la actividad petrolera en la zona, como consecuencia del agotamiento de sus campos tradicionales en Siberia. Sin embargo, el bloqueo impuesto por Occidente, que incluye la prohibición de vender a Moscú la tecnología necesaria para explotar en estas aguas, han retrasado o cancelado algunos proyectos. Pero Rusia no es la única.
Noruegaque en la última década ha visto cómo descendían a un ritmo imparable sus reservas de petróleo, también está incentivando la actividad petrolera en la región del Ártico que tiene bajo su soberanía. Así, a fi nales de este verano, Eni y Statoil tienen previsto poner en marcha una plataforma en el yacimiento Goliat, en el Mar de Barents. Inicialmente, la estatal noruega -que posee una participación del 35 por ciento- junto a la italiana -que controla el resto del consorcio- habían planeado el incio de las operaciones para el pasado año; sin embargo, la entrega de la plataforma ha sufrido retrasos que han pospuesto el momento hasta este verano. Ahora el proyecto, valorado en más de 7.000 millones de dólares, está más cerca que nunca.
Cuando esté instalada, esta gigantesca plataforma de 65.000 toneladas será la infraestructura operadora situada en el punto más al norte del mundo. Eni estima que de este yacimiento se pueden extraer 174 millones de barriles de petróleo y 8 billones de m3 de gas. En la misma línea, Estados Unidos autorizaba hace un par de meses a la compañía anglo-holandesa Shell a realizar actividades de prospecciones petroleras en el Mar de Chukchi , frente a las costas de Alaska. No se trata de la primera experiencia de la petrolera en esta zona, ya que operó en ella hace tres años. Sin embargo, entonces Shell tuvo que abandonar sus actividades exploratorias tras ser sancionada por el órgano regulador de Estados Unidos después de detectar deficiencias de seguridad e imponer multas a la petrolera. Hoy, la empresa asegura haber reforzado sus medidas de seguridad y dice estar comprometida con “operar de manera segura y responsable y añadiendo Alaska a la larga historia de Shell de la exploración en alta mar.” Finalmente, el pasado 30 de julio por la tarde, el gigante petrolero anunciaba que había comenzado las operaciones de perforación en el Mar de Chukchi.
El siguiente paso es que el equipo a bordo de la plataforma Polar Pioneer trabaje para adecuar la parte superior del pozo a la espera de que llegue un rompehielos que permita perforar a más profundidad. Además de Polar Pioneer, el despliegue de medios establecido por Shell incluye una treintena de barcos de apoyo y siete aviones. En esas aguas heladas, los planes de Shell no se limitan a Alaska. Así lo aseguraba Ann Pickard, vicepresidenta ejecutiva del Ártico y de Alaska de Shell, durante una conferencia en el Congreso Mundial de Petróleo y Responsabilidad, Cooperación y Sostenibilidad celebrado en marzo. La ejecutiva aseguraba entonces que “a pesar de que el centro de atención se encuentra actualmente en Alaska, también estamos persiguiendo proyectos en otros países de la región del Ártico. En Noruega, por ejemplo, actualmente estamos enfocados en el área de exploración del Mar de Barents”. También en Groenlandia, donde señalaba que están “analizando y evaluando las imágenes sísmicas de más de 7.000 km2 en la Bahía de Baffin”. Respecto a las críticas recibidas por parte de varias organizaciones ecologistas, lamentando que Shell no tenga experiencia suficiente desde el punto de vista técnico para operar en un entorno tan hostil como el Océano Ártico, Pickard recordó que la compañía “posee una participación del 27,5 por ciento en Sakhalin-2, en Rusia”, una región con características similares a las del Ártico.
Costes de extracción elevados Desde el punto de vista económico, la compleja realidad del Ártico se traduce en unos costes de extracción muy altos en comparación con otras zonas del mundo. Según los expertos de la consultora energética Rystad Energy, el punto de equilibrio para la extracción de un barril de petróleo en la zona se sitúa en torno a los 78 dólares, el más alto del mundo. Por tanto, con las condiciones actuales del mercado, donde el precio del barril ronda los 55 dólares, el crudo ártico puede resultar poco atractivo a corto plazo, aunque a futuro, el potencial energético de la zona es innegable. Así pues, todo parece indicar que a pesar del entorno de precios moderados del barril y del reto que supone operar en el Océano Ártico, las grandes compañías petroleras están decididas a afrontar el desafío. En este sentido, un estudio realizado por Lloyd’s London estima que “se podrían llegar a invertir 100.000 millones de dólares en el Ártico en la próxima década”.