Estados Unidos aprovecha el petróleo barato para reforzar su poder global
Como un fenómeno tectónico, la caída en el precio del petróleo se deja notar en todos los órdenes. Desde el bolsillo del consumidor europeo a los planes de gobiernos teocráticos en Oriente Medio, ningún estrato sociopolítico permanece inmune. Industrias enteras pierden pie, otras florecen; unos países caen de rodillas y otros ganan influencia. Entre ellos, Estados Unidos se apoya en el boom del petróleo de esquisto, y a la vez en el bajo precio del barril, pero reforzar su poder global.
Auge y recesión del ‘fracking’
Todo comenzó en 2009, cuando la técnica del fracking, o fracturación hidráulica, empezó a ser rentable en Estados Unidos 70 años después de la primera prueba. El precio del crudo estaba en máximos históricos, 140 dólares, y los gigantes de servicios petrolíferos como Halliburton o Baker Hughes podían invertir más que nunca en técnicas extractivas.
La fracturación hidráulica consiste en obtener querógeno del interior de la roca de esquisto. Para ello hay que introducir un punzón en la tierra, hundirlo, a veces, a 4.500 metros de profundidad, torcerlo 90 grados, perforar la roca y emitir un chorro de agua, productos químicos y arena para liberar el querógeno, que sube luego a la superficie por dentro del punzón. Una vez extraido, el querógeno puede transformarse en petróleo o en gas, según el tipo.
Pese a las fuertes quejas de grupos ecologistas, que denuncian casos de contaminación acuífera y terremotos provocados, algunos estados acomodaron su legislación y permitieron el boom que ha sido responsable, en parte, de la recuperación económica de EEUU. La industria aumentó la contratación un 155% entre 2003 y 2012 hasta el medio millón de trabajadores; los 12 estados energéticos crearon una cuarta parte de los empleos nacionales posteriores a la recesión.
A día de hoy, el fracking produce el 43% del petróleo estadounidense y el 67% de su gas natural, y ha convertido al país en el mayor productor combinado de gas y petróleo en el mundo. El crudo ha pasado a representar del 1 al 2% del PIB nacional. Sin embargo, la edad de oro ha parado en seco. El precio del barril de petróleo ha descendido en torno a un 50% desde junio de 2014, hasta rondar la horquilla actual de los 50-60 dólares el barril, gracias, en parte, al exceso de oferta. Las inversiones y perforaciones en Estados Unidos han bajado a la mitad en los últimos seis meses; los ingresos de las petroleras han caído en picado y con ellos 60.000 puestos de trabajo se han quedado por el camino sólo este año.