La crisis petrolera se siente en los yacimientos de la Cuenca Neuquina

Por primera vez en dos años cayó la perforación. En enero, se realizó un 30% menos de pozos que en 2015. Hay 10 equipos parados.

La crisis petrolera ya imprime sus marcas en Vaca Muerta. Por primera vez en dos años, en enero se derrumbó un 30% la perforación de pozos en comparación con el mismo mes del año pasado. La explicación es sencilla: hay más de una decena de equipos de perforación parados en la provincia, y por ahora no hay señales de que puedan reactivarse.

Hasta aquí, había pequeñas oscilaciones en los indicadores, más atadas a los planes de las empresas que a una respuesta en la coyuntura. Esta vez, se pasó de 45 a 30 pozos en los primeros 30 días de enero, según datos de la Subsecretaría de Energía de Neuquén a los que accedió «Río Negro». Es el primer gran cimbronazo de un panorama que se avecina complejo.

Los niveles de perforación, así como la presencia de equipos en el campo, son los dos indicadores más usados para medir la salud de la industria petrolera. Sin embargo, que no se hagan pozos o que se hagan menos, no quiere decir que la actividad esté frenada: todavía hay mucho trabajo en la superficie, para sostener las perforaciones que están en producción.

El problema radica en la propia naturaleza del mundo no convencional. La lógica de factoría que tienen estos yacimientos exige un ritmo frenético de perforación para poder sostener niveles rentables de producción. El CEO de YPF, Miguel Galuccio, aseguró tiempo atrás a este diario que hacen falta al menos 1.000 pozos en un área para poder tener una real dimensión del tamaño del negocio. En Loma Campana, principal clúster shale fuera de Estados Unidos, sólo había 470 a diciembre del año pasado.

Pero si además se agrega la variable de los precios bajos del petróleo, la carrera no convencional parece perdida.

Esta vez, se pasó de 45 a 30 pozos en los primeros 30 días de enero.

 

La primera reacción de las empresas, casi como un acto reflejo, es dejar de perforar. El viejo manual del negocio indicaba que en épocas de precios bajos había que rentabilizar al máximo los yacimientos y sacarle todo el jugo posible a los pozos ya perforados. Pero el shale cambia todo los esquemas: si no se perfora, no hay petróleo y si no hay petróleo no hay ganancias. Para peor, certificar reservas no convencionales de petróleo es mucho más complejo que las convencionales, por lo que el acreaje en zonas productivas también pierde sensiblemente su valor.

Menos pozos

Sin embargo, las estadísticas muestran que las incursiones al subsuelo neuquino caen y lo hacen de forma más marcada en el negocio no convencional. De 23 pozos shale perforados en enero de 2015, se pasó a tan sólo 12 en el mismo mes de 2016.

Cuando la actividad de los trépanos empezaba a mostrar signos de desaceleración a fines del año pasado, tanto las empresas como el gobierno provincial argumentaban que se perforaban menos pozos, pero que estos tenían más metros de recorridos.

Esto se debe a que los pozos verticales en formaciones no convencionales no son rentables. Las empresas, con YPF a la cabeza, optaron por los horizontales, que en algunos casos llegan a tener hasta 18 fracturas. El costo marginal de aumentar el recorrido de las perforaciones es bajo y son mucho más productivos.

Pero la estadística dura también muestra que esta tendencia se estanca: en enero pasado sólo se perforó un pozo horizontal más que en el mismo mes del año pasado.

Impacto

No sólo la actividad de perforación se resiente con la caida de pozos. Toda la actividad que circula a su alrededor se ve afectada, sobre todo la de servicios especiales.

Fue, justamente, el sector que más trabajo demandó en los últimos dos años, y el que más creció. Las grandes firmas del sector, Schlumberger, Halliburton, Baker o Weatherford, y algunas más pequeñas como Calfrac vieron caer de forma singificativa su trabajo, sobre todo en lo referido a servicios de fractura.

Esto explica el fuerte lobby que hizo este sector para acordar políticas de suspensiones de trabajadores, que empezaron a hacerse efectivas las semana pasada.

El otro gran freno lo sufrieron firmas vinculadas directamente a los servicios de torre, como DLS, SP, Nabors o H&P. Muchas de ellas agrandaron su estructura y trajeron equipos nuevos para estar a la altura del «boom» que nacía en 2014. Pero ahora esas estructuras están paradas.

De 23 pozos shale perforados en enero de 2015, se pasó a tan sólo 12 en el mismo mes de 2016.

Mientras terminan de presentar sus balances de 2015, las principales operadoras de la cuenca definen su plan de inversiones para este año. Aunque en el gobierno neuquino hay expectativas de que se mantengan los niveles del año pasado -se habla de una cifra de algo más de 5.200 millones de dólares- lo cierto es que difícil esperar una actividad similar con una treintena de equipos parados.

Lo positivo dentro del delicado cuadro es que ninguno de esos equipos abandonó la cuenca. La explicación es sencilla: con un petróleo interno de 67,5 dólares el barril, la cuenca es una de las más activas del mundo. La demanda mundial de «fierros» se desplomó y la región podría ser un pequeño bálsamo.

La era del gas

Mientras el petróleo muestra su peor cara, el gas podría ser la llave para sostener la actividad.

Los rumores sobre el aumento de su precio son tan volátiles como el propio hidrocarburo. Sin embargo, ayerse instaló con fuerza la versión de que la semana que viene podría haber novedades sobre el tema.

El ministro de Energía, Juan José Aranguren, aún juega al misterio. Pero todas las versiones coinciden en que habrá precios diferenciales para los distintos usuarios: domiciliarios, industriales, generación y GNC. Se alcanzará un valor promedio que rondará los 4,80 dólares en boca de pozo, un número que resulta más que atractivo para el «gas viejo».

La pregunta concreta es qué pasará con el «gas nuevo», que en su gran mayoría sale de formaciones tight y shale. Todos los proyectos que están en marcha consiguen entre 6 y 7,5 dólares el millón de BTU gracias al plan gas II que se heredó del kirchnerismo. Sin embargo, el gobierno nacional acumuló una deuda de al menos 1.600 millones de dólares con las operadora en aportes no pagados.

El gobernador Omar Gutiérrez aspira a que ese programa siga vigente. Así lo dejó en claro el martes durante su discurso de apertura de sesiones en la Legislatura. El mandatario sabe que los proyectos no convencionales son más caros y aún aquellos que provienen de formaciones más económicas como las arenas compactas de Lajas necesitan de un «plus» para ser tentadores.

Mientras tanto, en el gobierno nacional hay tensiones sobre el tema. El ala dura busca que el aumento se aplique lo antes posible, para sincerar las variables económicas. Entienden que el mejor momento es ahora, cuando aún no llegó el impacto pleno de la suba de tarifas eléctricas.

Pero la rama más política del PRO entiende que una suba en la tarifa de gas se convertirá en nuevo elemento de discusión en la antelasa de una paritaria que ya se presume caliente.