Pelea entre mercados por la gigantesca salida a bolsa de la petrolera saudita Aramco
Está prevista para el segundo semestre de 2018 y sería por el 5% de la compañía. Los analistas estiman que alcanzaría los u$s 100.000 millones, récord histórico.
Por estos días debe haber muchos ejecutivos de los mercados financieros mundiales releyendo «Las mil y una noches», el clásico medieval de la literatura árabe. Todo sea por dar con las palabras mágicas que les permitan llegar hasta el fabuloso tesoro que promete ser la salida a bolsa de Saudi Aramco, el gigante petrolero saudita, cuyo IPO (initial public offering) está previsto para el segundo semestre de 2018.
Esta pelea es un verdadero combate de fondo entre pesos pesados, ya que los candidatos a casarse con Aramco son pocos y muy poderosos: el New York Stock Exchange (NYSE), el London Stock Exchange (LSE) y alguno más que se anime a subirse al ring. Porque la salida a bolsa de la compañía petrolera del reino saudita (la mayor del mundo) está anunciada como el IPO del siglo. Cuando se dio a conocer la operación a principios de 2016, el cimbronazo en los mercados fue mayúsculo, ya que nadie está dispuesto a perderse este negocio incomparable.
En ese momento, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, anunció la decisión del reino de ceder a manos privadas hasta un 5% de la compañía, lo que los analistas calcularon que equivaldría a una operación cercana a los u$s 100.000 millones. De ser así, la compañía sería valuada en por lo menos unos u$s 2 billones (más que Apple, Google, Amazon y Facebook juntas), y el IPO se convertiría en el mayor del mundo, muy por encima del último récord alcanzado por el gigante del e-commerce chino Alibaba, cuya salida a bolsa se hizo en Nueva York por u$s 25.000 millones, allá por el año 2014.
Si «Ábrete Sésamo» le sirvió al Alí Babá original para abrir la cueva de los 40 ladrones, los ejecutivos financieros todavía no dieron con la clave para abrir la de Aramco y llevarla al redil de alguno de los mercados que pujan por atraer la petrolera.

Una pelea de pesos pesados

El mes pasado, la primera ministra británica Theresa May realizó una visita oficial a Arabia Saudita, acompañada por una reducida delegación, en la que se destacaba Xavier Rolet, CEO del LSE. El jefe del mercado londinense participó de una mesa redonda en la Tadawul, la bolsa de Riyad (capital del reino), y se reunió con Khalid Al Falih, el ministro saudita del Petróleo y presidente de Aramco.
Claramente, el gobierno británico apuesta a todo o nada para conseguir que la familia real se decante por Londres como destino bursátil de su mayor portaviones corporativo. Incluso se estaría evaluando modificar la reglamentación actual del LSE, que obliga a cualquier sociedad que desee ingresar al índice líder FTSE, el tener que ofrecer por lo menos un 25% de la compañía en su salida a bolsa. Pero Aramco ya avisó que sólo piensa ofrecer un 5%, y además no está dispuesta a ceder el cogobierno de la empresa, como es otra de las exigencias del parqué londinense para proteger a los accionistas minoritarios. Por eso se estaría evaluando modificar la reglamentación solo para el caso Aramco, y armar una versión «tailor-made» (en Londres hay excelentes sastrerías) para que los sauditas se sientan lo suficientemente cómodos.
Si la visita estuvo muy bien pensada y mejor calculada (el gobierno de May quiere minimizar el daño del Brexit entre los votantes británicos, de cara a las próximas elecciones de junio), la Primera Ministra cometió un desliz que le puede llegar a costar toda la estrategia diplomática pro Aramco. Durante los encuentros que mantuvo con distintos miembros de la familia real, May se negó a cubrirse la cabeza con un pañuelo, una exigencia que forma parte de los códigos de vestimenta más importantes del país. El tiempo dirá si el gesto, incluso dirigido al electorado femenino británico, no le termina costando demasiado caro al LSE.
Porque la bolsa de Nueva York también juega este partido pensado para conquistar el corazón saudita. Y el presidente Donald Trump puede convertirse en un gran activo a la hora de sentarse a negociar el desembarco de Aramco en el NYSE. En ese sentido, la compañía petrolera de la familia real acaba de finalizar la adquisición de la mayor refinería de EE.UU., ubicada en el Golfo de México. «Este acuerdo es considerado como un cambio histórico en las relaciones entre ambos países, que atravesaron un período de divergencia en distintos aspectos», fue el comunicado emitido por un consejero del príncipe Mohamed. Entre estos aspectos, cayó muy mal en el reino el acuerdo del anterior presidente Barack Obama con Irán (el gran enemigo regional de Arabia Saudita) para levantar el embargo internacional a cambio de que se congelara el programa nuclear iraní.
Pero justo antes de rubricar la compra de la refinería, Trump se reunió con el príncipe Mohamed en la Casa Blanca. Y, próximamente, tiene pensado realizar su primera gira internacional, que incluirá una escala en el reino saudita. Por más que el Departamento de Estado afirme que el tema del IPO de Aramco no va a formar parte de la agenda, ya se sabe que Trump se salta cualquier norma a la hora de tratar un tema.
Para Arabia Saudita, se trata de la mayor oportunidad de diversificar su economía y hacerla menos dependiente del petróleo. Para ello, se prevé crear un fondo soberano que posea los títulos de Aramco y coloque el producido por la venta del 5% en otros sectores de actividad. «Está claro hoy que las autoridades sauditas quieren que todo el grupo salga a cotizar. Lo que tienen en mente es armar una compañía que se parezca a ExxonMobil, pero más grande», según un informe del Global Energy Center. Habrá que ver todavía cuál de todos los mercados financieros logra conquistarla.